Herman Hesse

... Todo olía a mar, a especias, a lejanía, a canela, a madera de sándalo.

Todo había pasado por manos morenas o amarillas, había sido mojado por la lluvia de los trópicos, había contemplado la maravilla de la selva...

Ahora, para encontrarme a mí mismo, entera y ardientemente, tenía que recurrir a un fuerte estímulo que me sacudiera...


La infancia de un mago